La mujer, corazón de la familia y de la sociedad
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URI: http://hdl.handle.net/20.500.12226/449Exportar referencia:
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Sánchez García, NicolásFecha de publicación:
2019Resumen:
El reconocimiento de la dignidad de la persona, de todo ser humano, es el fundamento y la base de todas las declaraciones y pactos que reconocen lo que se ha dado en llamar derechos humanos universales. La Carta de las Naciones Unidas es un ejemplo de texto asumido por todos los estados de la tierra, donde se reafirma la fe en los derechos fundamentales del hombre, en 1a dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres.1 Para los creyentes, como han tenido ocasión de recordar Juan Pablo II y Benedicto XVI, la dignidad de la persona, la igualdad entre hombres y mujeres, así como los derechos que brotan de estos principios se encuentran sólidamente cimentados en la verdad de la creación del ser humano a imagen y semejanza de Dios.2 Se puede afirmar que todas las personas están llamadas a cooperar en la obra creadora de Dios. Este es el fundamento en el que el trabajo encuentra su grandeza y dignidad, y constituye un camino hacia la santidad, pues ofrece la ocasión de desarrollar la personalidad de hombres y mujeres, ejercitando sus cualidades y capacidades. El trabajo, asimismo, tiene una innegable dimensión social, pues es un servicio para el bien de todos, al tiempo que hace progresar a la sociedad y a la creación.
El reconocimiento de la dignidad de la persona, de todo ser humano, es el fundamento y la base de todas las declaraciones y pactos que reconocen lo que se ha dado en llamar derechos humanos universales. La Carta de las Naciones Unidas es un ejemplo de texto asumido por todos los estados de la tierra, donde se reafirma la fe en los derechos fundamentales del hombre, en 1a dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres.1 Para los creyentes, como han tenido ocasión de recordar Juan Pablo II y Benedicto XVI, la dignidad de la persona, la igualdad entre hombres y mujeres, así como los derechos que brotan de estos principios se encuentran sólidamente cimentados en la verdad de la creación del ser humano a imagen y semejanza de Dios.2 Se puede afirmar que todas las personas están llamadas a cooperar en la obra creadora de Dios. Este es el fundamento en el que el trabajo encuentra su grandeza y dignidad, y constituye un camino hacia la santidad, pues ofrece la ocasión de desarrollar la personalidad de hombres y mujeres, ejercitando sus cualidades y capacidades. El trabajo, asimismo, tiene una innegable dimensión social, pues es un servicio para el bien de todos, al tiempo que hace progresar a la sociedad y a la creación.
Palabra(s) clave:
derechos humanos universales
derechos fundamentales
igualdad entre mujeres y hombres
dignidad